P Osvaldo Catena. Tercer domingo de Cuaresma Ciclo B
Jesús es el testigo de la misericordia y de la justicia de Dios.
Aquí lo vemos armado del látigo expulsando a los comerciantes del templo.
Representa así la santidad de Dios, que no puede permitir que, en su Nombre, se injurie a sus hijos y se profane la casa de su Padre.
Todo el mundo debe ser el verdadero templo de Dios; sobre todo, la persona humana, en su cuerpo y en su alma.
Pero nosotros hemos hecho del mundo, un mostrador y del hombre una cosa.
Todo lo que atropella la dignidad humana, profana la presencia de Dios en el templo viviente de su gloria que somos nosotros mismos.
Comentario a san Juan 2, 13-25 en Jesús nuestro Salvador Pag. 228, párrafo 126.
